Por desgracia, aquellos primeros seis días se pasaron más rápido que la primera temporada de Vis A Vis, y en todos ellos, lo único que hice fue jugar con mi ordenador, ojear si me había hablado algún amigo de Vallecas —cosa que no ocurrió—, leer viejos libros de la estantería de mi tía Lina y rechazarla cada vez que volvía a proponer lo de quemar mi ropa. ¿Qué tenía en contra de ella? Yo antes compraba en H&M o en Springfield, no en mercadillos ambulantes. Ella me veía como un personaje de Shameless, aunque lo entendía, porque yo la veía como uno de Downton Abbey…

El caso es que finalmente, llegó la mañana del primer día.

—¿Estás nervioso? —preguntó preocupada mi tía mientras ajustaba bien el nudo Windsor de mi corbata. Sí, corbata, oís bien. Mi uniforme lo exigía. Pantalones negros, americana granate, zapatos italianos y una camisa blanca, acompañada de una corbata oscura.

—Lo pareces tú más que yo.

—Te irá genial. No pienses que por no pertenecer ni de lejos a esta calaña vayas a quedarte solo. Has salido a tu madre y te irá bien. Sois muy locuaces.

—Mmm… Gracias, supongo.

Era una bruja, pero no lo hacía a posta. Me sacudió los hombros como si quisiese quitarme polvo de encima y le pregunté la estación en la que tenía que bajarme. Ella se rio débilmente y me dio la vuelta para que pudiese ver el Mercedes negro que esperaba delante del portal. Me quedé estupefacto.

—La mochila está dentro con todos los libros. ¡Que disfrutes!

—Caballero —me saludó el que parecía ser mi chófer.

—Él es Jaime. Te llevará a donde quieras, cielo.

—Ah, ehh… Hola, Jaime. ¡Al colegio!

Entré en el coche y presencié una mochila negra con un lacito dorado a un costado en el asiento de al lado. Mientras bajaba la cremallera para ver los nuevos libros, el Mercedes arrancó. Lo primero que vi fue una hoja blanca con cosas escritas sobre mí para el colegio. Decidí llevarla en mano por si acaso me la pedían.

La aventura comenzaba ahora.

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