Domingo. Nueve y media de la mañana. En la calle de Serrano, siempre se madrugaba. Y yo lo odiaba.
Les dije a mis amigos por el grupo de whatsapp que teníamos que se fuesen olvidando del proyecto, y que lo sentía mucho por ellos. Me sentí realmente mal, de verdad que creí que lo conseguiría esta vez. Pero ya no había remedio.
Salí un momento a hacer unas compras a El Corte Inglés de Goya, ya que aún me faltaba el archivador, porque mi tía quería que lo eligiese yo. Y nada más elegir uno negro chulísimo, me puse a la cola de la caja registradora.
—Hola –escuché de pronto a mi espalda. Me giré y no podía ser: Daniela Blanco. La novia de Guillermo Alcázar me estaba hablando, y por su tono de voz, no parecía ser una imbécil. Y Dios, qué buena estaba.
—Hey, qué pasa.
—Nada. ¿Por qué lo preguntas?
Esta gente tenía muy pocas luces, en serio…
—No, era una forma de saludar… Bueno, mejor déjalo. ¿Qué haces aquí?
—He venido a comprar los libros. Aunque no te lo creas –reconoció un poco avergonzada—, no los tengo aún…
—No pasa nada. En mi antiguo colegio, no me decidí a abrir los libros hasta la tercera evaluación.
Daniela comenzó a reírse como una niña tonta. Qué maja era. Dios, qué buena estaba.
—También he venido a comprarme un libro.
—¿Ah, sí? ¿Es el de literatura que hay que estudiarse…?
—¡No! Es otro. “El Umbral De La Eternidad”, de…
—Ken Follett.
—Vaya… ¿Te gusta la literatura histórica?
—No, pero sí que me gustó esa saga. Aún me sorprende saber que me he metido esos tres tochacos.
—Sí… A mí me apasiona leer, cosa que nadie se cree porque quiera ser modelo. Es decir, piensan que las modelos somos tontas o algo así, ¿sabes? –Me quedé en silencio, quien calla, otorga—. Oye, si te interesa la literatura, y eres nuevo en la zona, puedo recomendarte un sitio donde comprar libros que están genial. Además, son antiguos, y algunos no han sido muy leídos pero son buenísimos. ¿Te interesaría?
—¡Claro!
Daniela me dio la dirección de la librería antigua. Estaba colocada en la esquina de una de las calles que daban a la Puerta del Sol. Me encantaba esa chica. Una pena que ya no fuéramos a ser amigos, y mucho menos algo más…
—Por cierto –me dijo antes de que me fuera, tras pagar el archivador—, siento lo de mi novio y mis amigos. Entre tú y yo, yo no les haría mucho caso.
—Tranquila, estaré bien.
¿Por qué no todos los Golden boys podían ser como ella?
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