Capítulo 4, Parte 8 – Gracias, Tatiana

Por fin viernes. El examen sorpresa no se me dio mal, la verdad es que con esto de estar en un instituto megaprivado, me tenía que poner más las pilas y se notaba. Aunque en cierto modo, la lengua siempre se me dio bien. O eso decía mi ex.

Ya era por la tarde y no sabía qué haría para disfrutar de ella. Nadie me había comentado ningún plan, y de todos modos, tampoco estaba de muy buen humor. Seguía un tanto rallado por el tema de Guille y Daniela.

Me quedé en el sofá de la casa, contemplando la chimenea y el enorme sillón de mi tío Jorge de al lado, en cuanto comenzó a sonar una aspiradora entrando en la sala. Se apagó en cuanto me giré a ver de qué se trataba.

—Ay, perdone, señorito –se lamentó Tatiana—. Volveré más tarde.

—No, por favor. Continúa, yo estaba pensando en lo mío y…

—Se le nota algo tenso, si no le importa el comentario.

—Ya, bueno… —se me ocurrió una idea—. ¿Te importa sentarte?

—Por supuesto que no.

Se sentó a mi lado en el sofá de marca, y me quedé mirándola un buen rato, como intentando averiguar si la doncella sería de fiar o no. Y sí que lo parecía.

—¿Alguna vez has visto cómo un amigo era traicionado por otro, y tenías la sensación de que lo mejor era no decir nada, porque dañarías a un amigo, y al dañar al otro, éste haría que te dañase a ti?

—Verá, yo soy más de tener amigos normales.

Me reí, y luego ella.

—Lo digo en serio. No quiero que nadie salga perjudicado, pero es que siento mucho cariño hacia la chica que está siendo engañada.

—Mmm… —me miró con cara de pillina—. Pues a mí me parece que lo que a usted le pasa es que siente algo por la señorita.

—¿Qué? –exclamé—. ¡NO! Para nada…

—Ya, ya… —no se lo creía, por su sonrisa picarona—. Si quiere mi consejo, a veces somos muy egoístas, y hay que serlo, por supuesto. Pero de vez en cuando, hay que pensar más por las personas que queremos, que por nosotros mismos. Hágaselo saber.

DISFRACES_DE_CAMARERA_PARA_MUJERES

Genial, ahora estaba entre la espada y la pared. Pablo con que no se lo dijera, Tatiana con que sí. Sabía que si se lo decía, todo se desplomaría, así que tuve que engañar a la doncella:

—Eso haré. Muchas gracias, Tatiana.

—No hay de qué –se levantó del sofá—. Y ya sabe, para lo que necesite.

Me sonrió amablemente, y yo hice lo mismo. Jaime entró en la casa.

—Señor, le espera abajo el Mercedes. En media hora ha quedado con sus nuevos amigos.

—¿En serio?

—Yo me prepararía ya, si no quiere llegar tarde. Ya sabe lo de la puntualidad…

—Vale, gracias –antes de dirigirme a mi habitación, caí en una cosa—. Pero un momento… ¿Por qué no llamas al telefonillo, y así no tienes que subir?

—Me gusta ser cortés…

Sí, ya. Mientras me marchaba a mi habitación, noté cómo las chispas que había entre Jaime y Tatiana se encendieron de repente. El chofercito no era tan tonto como hacía verse…

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Escrito por

Nacido en el Madrid de 1998. Amante del cine, los libros y su ciudad. Nada como la buena música, la elegancia y vivir la vida siempre siendo uno mismo. Instagram: drigopaniagua. YouTube: Rodrigo Paniagua

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