Me subí al Mercedes cuando Jaime me abrió educadamente la puerta. Me había puesto una camisa remangada azul marino de Valentino, y unos pantalones vaqueros negros, a juego con mis Adidas de lengüeta grande añil. Esperaba que esta vez, mis deportivas no fuesen víctimas de la viperina lengua de Alcázar.
El coche aparcó en la Plaza de Callao, y me entró de pronto un breve recuerdo de la carrera de los frappuccinos. En cierto modo fue divertido.
—Muy bien –me indicó Jaime—, ha quedado con sus amigos en el último piso de El Corte Inglés de la plaza. Le estarán esperando al fondo del Gourmet Experience, por donde se encuentran las mejores vistas de Madrid, Señor.
—Caray –solté sorprendido—. ¿Cómo sabe que están ahí?
—Blas –tosió para corregirse a sí mismo—, quiero decir, el chófer del Señor Alcázar me informó. El Señorito Alcázar se lo pidió.
—De acuerdo. ¡Hasta luego!
Cuando llegué al Gourmet Experience, ahí estaban todos esperándome, como si se tratase de alguien importante. Aún apenas habían comido, y al llegar, ya se fueron a pedir los platos. La mayoría cogió mini-hamburguesas, Emma cogió sushi y a Daniela no la vi que comiera en absoluto, tan sólo su refresco.
Aun así, yo disfruté de mi pincho de tortilla, que tanto me recordaba a mi madre, de la compañía que me acompañaba, porque realmente me reí con ellos, y de las vistas. Dios, menudas vistas. Las luces de la ciudad le daban al anochecer madrileño un aire tan estelar… Parecía un mundo distinto, una tierra de soñadores.
—Propongo un brindis –alzó el vaso Daniela al acabar la cena— por Diego, nuestra última adquisición. Vendrá de un barrio antagónico al nuestro, pero es un chico dulce, humilde y sincero. Y eso es lo único que importa –no pude evitar tragar saliva.
—¡Por Diego! –Continuó Felipe—. Y esperemos recibir de él honradez, confianza y lealtad.
—Y más frappuccinos… —añadió Guille. Todos se rieron, hasta yo.
—¡Por Diego! –gritaron todos al unísono.
Brindamos las copas, y mientras cada uno bebía de la suya, yo observaba cómo Guille y Daniela se besaban apasionadamente, sentados frente a mí.
«Pobre Dani…
Quien alguna vez dijo que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo es porque no conocía a Guille Alcázar, y mucho menos a mí. Estamos en época de caza, y hay que mantener la calma para poder disparar en el momento preciso. Así que G, Supremo, amigo mío o como quieras que te llame. Aunque no lo sepas, ahora yo tengo la escopeta. Solo es cuestión de tiempo que tú mismo te conviertas en la presa.Con mucho afecto pero poca fama,
DON»
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