Justamente, fue al día siguiente cuando mis problemas se trasladaron de chica. Claudia me preocupaba por su erótica obsesión conmigo, pero Dani me preocupaba el doble por el simple hecho de que el obseso con ella era yo. Y no la podía tener de ninguna manera, porque me arruinaría vivo.
Por eso mismo fue una putada que nos tocase juntos en clase de latín para hacer un trabajo durante la primera hora de clase. Dani se había estado intentando juntar a mí desde el primer día en los Golden, y sin embargo aún no habíamos hablado casi. Mi intención era evitarla todo lo que pudiese, para que así no hubiese malentendidos.
¡Pero es que era tan difícil…!
—Hola –me saludó. Le sonreí—. ¿Cómo te encuentras? Sé que es una tontería, pero me da la sensación de que me huyes.
—Pues sí que es una tontería… —repuse nervioso—. Eh… —intenté sacar algún tema de conversación—. Bueno, ¿has ido a algún casting de modelo últimamente?
—Sí, pero en todos me dicen que estoy gorda…
—¿Pero qué dices? Si estás buenís… —me quedé en mitad de la frase, y ella se rio como modo de agradecimiento.
—Lo que pasa es que no peso doce kilos. Buscan anoréxicas, Diego, y yo como y hago mucho ejercicio para estar en forma. Y además soy alta y guapa. Pero vaya castings de mierda los que busco, la verdad…
—Ya, bueno, ellos se lo pierden, ¿no?
—Sí, eso espero. Gracias por animarme, Diego –me dijo sonriendo. Dios, qué guapa era. Pero no podía enamorarme de ella, así que me centré en otra cosa mejor, y miré sobre qué tenía que ser el trabajo de latín.
—Pan y circo. ¿Qué sabes de eso?
—Que yo no tomo casi carbohidratos… y que los payasos me dan miedo.
Los dos nos reímos como tontos, mucho más que como hacía yo con Pablo. Esa había sido básicamente toda nuestra conversación. Después nos miramos dulcemente, y comenzamos a hacer brotar las ideas.
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