Capítulo 5, Parte 6 – Caviar y plata

Iker, con esas Nike medio rotas y esa sudadera desgastada, caminó a toda pastilla hacia mí para inflarme la cara, pero una voz que de repente me sonó angelical le hizo parar:

—¡Alto ahí, chico hortera!

Me giré en cuanto toda la pandilla se quedó mirando a mis espaldas. Guille salía de su BMW con ropa muy elegante, tapada por un sobretodo negro de Gucci, y andaba hacia nosotros mientras que su chófer cerraba la puerta del vehículo.

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—¿De dónde ha salido este? Parece un extra de High School Musical.

—Yo nunca haría de extra –dejó de andar cuando se puso a mi lado y permaneció con la cabeza bien alta, como un buen Alcázar—. Y ya quisiera Zac Efron tener estos ojazos.

—¿Quién es el moñas, Olmi?

Guille estalló a carcajadas. No sabía del berenjenal en el que se estaba metiendo.

—¿Te llaman “Olmi”? –Me preguntó casi llorando de la risa—. Qué cutres sois.

—¿Es que quieres que te partamos la cara, principito? –le sugirió El Charli.

—No creo que queráis hacerlo… –contestó Guille sacando su iPhone dorado (irónico) y limpiándolo con la manga de la chaqueta.

—¿Y eso por qué? –Guille se puso cara a cara contra él.

—Pues porque Chacho

Charli –le corrigió, y G puso cara de estar a punto de estornudar, como si le diese alergia ese nombre.

—Carlos –El Charli puso los ojos en blanco. Odiaba que le llamasen así, como hacían sus padres y profesores—. Puedo haceros a todos más daño sin tocaros que vosotros a mí metiéndome una… ¿Cómo se dice en pobre? ¿Tunda?

—¿Cómo dices, soplapollas? –Samu explotó ante la pedantería de Guille. Esto se iba a convertir en un duelo de líderes.

—Insultarme no me define, te define a ti.

—¿Pero qué coño…?

—Diego, nos vamos.

Se puso sus Ray-Ban y se dio la vuelta, haciendo que el sobretodo negro se menease con el giro, y comenzó a andar con las manos metidas en los bolsillos, como si le diese igual todo. A veces me hacía gracia su chulería, pero en ese instante temí por ella. Miré una última vez a mis amigos, lo que ahora serían examigos, y me dirigí al BMW.

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—¡Nos has perdido, Diego! –Que Samu me llamase Diego fue como una patada en el alma—. Disfruta del caviar y la plata, es lo poco que te queda.

—En Serrano preferimos el oro –le contradijo Guille mientras el chófer nos abría la puerta—. Bueno, lo prefiere todo aquel que lo puede tener.

Se metió en el que coche y yo le seguí.

—¿Próxima parada? –le preguntó el chófer a G. Éste me miró a mí.

—Llévanos a casa, Blas.

Y así fue. Blas nos acabó llevando a casa. A nuestro hogar.

«Esto por fin va en serio.

Los que ahora son mis amigos, en realidad son las víctimas de mi venganza por lo del primer día. Y las personas en las que solía refugiarme ahora no son más que anti-Diegos que buscan perderme de vista. Lo poco que quedaba de mí en Vallecas se había concentrado en mis padres, y a ellos ni siquiera pude ir a verles por la aparición de Guille. Mi sangre se estaba volviendo dorada, dorada de verdad. ¿Qué haré ahora?»

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Escrito por

Nacido en el Madrid de 1998. Amante del cine, los libros y su ciudad. Nada como la buena música, la elegancia y vivir la vida siempre siendo uno mismo. Instagram: drigopaniagua. YouTube: Rodrigo Paniagua

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