«Últimas novedades.
La famosísima Alexis del Carmen y el invisible (ahora no famoso) Diego Olmedo, juntos rondando por las escondidas calles del centro de Madrid. Ella con su preciosa boina tipo escocés diseñada por el mismísimo Louis Vuitton, y él con una chaqueta de la última temporada de Zara Men. ¿Serán la nueva parejita española del momento? Tan solo son rumores, pero ¿quién sabe? Al menos esperemos que esta vez no acabe todo como la última vez. Ahora ten cabeza, Alexis…»
Eso se leía en el último número de la revista Cuore, cuando me pillaron con Alexis saliendo de una cafetería hípster cerca de Sol, pero no tenían ni idea de lo que hacíamos…
5 MINUTOS ANTES
El ambiente era bastante relajante, incluso un pelín romántico. Sonaba Never Be Yours de fondo en la cafetería, y el tono de Kali Uchis al cantar era de lo más suave.
—Eso no es cierto –comenté entre carcajadas—. ¿De verdad que lo hiciste?
—¡Sí! –Contestó también hundida en sus propias lágrimas—. Te lo juro, aún recuerdo a Michelle Jenner en plan “Dios mío, no lo has hecho…”.
—Joder –confesé ya secándome las lágrimas—, cómo envidio tu vida…
—Sí es una pasada… —después, se puso un poco tímida—. Pues la verdad es que estaba esperando a que me llamases.
—Ya, bueno, me alegro de haber quedado.
—No estoy acostumbrada a salir con gente como tú… Ya sabes… Normal.
—¿Qué tal si nos vamos ya? –Dije al instante—. Llevamos aquí desde las seis, y nos va a empezar a mirar mal el dependiente.
—No creo que mire mal a…
—Alexis del Carmen. Llevas repitiendo tu nombre toda la tarde –ella se rio, pero yo se lo estaba comentando en serio. Me hacían gracia sus historias, pero no habíamos hecho nada más en toda la tarde que hablar de ellas.
—Es verdad. Pues venga, vámonos.
Sinceramente, me había esperado otra cosa al salir con ella. No pensé que sería como el resto de famosas endivadas. No paraba de mencionar quién era, de firmarle autógrafos a quien se acercaba en la cafetería, y de intentar hablar de ella todo lo que pudiese. Era bastante egocéntrica. No, no era mala persona y encima era muy agradable. Pero su persona favorita en este mundo era ella misma.
Quería dar una última vuelta y ya dejarla en casa. La cita no me gustó mucho, aunque a ella parecía que sí. Pero al salir, un montón de hombres con cámaras réflex enormes comenzaron a disparar capturas mientras nos movíamos delante de ellos.
—¡Mierda! –exclamó ella—. ¿Te atreves a correr, Diego?
—Me arriesgaré –le comenté sonriendo. Al menos ahora la cosa se ponía interesante.
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