Capítulo 7, Parte 8 – Lo que pasa en El Halo, se queda en El Halo

No hicimos más que eso. Ella ni siquiera me tocó a mí. Al ver los gemidos que soltaba de placer casi al final de toda la “jugada”, tuve que levantarme para taparle la boca, antes de que alguien lo escuchase.

—Creo que es hora de marcharse de aquí –propuse cuando ya se había ajustado la falda de vuelo.

—Sí, es cierto –antes de quitar el pestillo del servicio, Claudia me paró los pies—. Oye, me lo he pasado bien.

—Nos ha jodido –se rio—. Yo también me he divertido, pero este instante tan solo ha sido eso: un instante. No ha pasado nada, ni tú recuerdas esto, ni yo tampoco. ¿Lo ha pillado Lady Adulterios?

—No preguntes por qué –me volvió a besar—, pero me pone que me llames así.

Salimos del lavabo y cada uno se fue a hacer algo distinto, como si el único momento en el que nos vimos durante la fiesta, fuese en el que nos dimos dos besos a la entrada.

Pensé en qué podía hacer, porque ya no se me ocurría nada, y de pronto me fijé en que Claudia se estaba acercando a Daniela, que volvía a estar sola en la pista de baile. Miré de casualidad en dirección a la puerta de la entrada, y Guille estaba saliendo por ella. Decidí seguirle, no iba a permitir que volviese a dejarla sola por otra.

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Llegué a tiempo a la calle para ver cómo Guille hablaba con alguien por teléfono de tal manera que parecía su padre alcohólico cabreado. Me quedé a sus espaldas escuchando la conversación:

—No, es que hemos alquilado esa limusina hasta las doce de la noche y usted ya se ha marchado porque… —se quedó callado, como si el que había al otro lado de la llamada la hubiese interrumpido. De pronto, G miró la pantalla de su móvil—… porque son las doce y veinte. Vale. Pero podría haberse quedado un poco más. ¡Aguafiestas!

Le colgó cruelmente y fue mi momento para aparecer en escena.

—¿Ya te querías ir? ¿Y solo?

—No te pongas melodramático, cielo, que pensaba escribirte al volver de la guerra.

—Eres graciosísimo borracho.

—Me he dejado la cartera en el coche de mi padre, y no puedo seguir dejando que me inviten a más copas los hijos de los concejales o pensarán que estoy en la ruina. Pero el capullo que lleva lo de las limusinas le ha pedido a mi chófer que devuelva el vehículo.

—Pues ve andando.

—¿Y piensas acompañarme?

—Claro.

«Huy, huy…

Un Supremo borracho por la calle… ¿es buena compañía? Es hora de averiguarlo, pero que nadie se haga muchas ilusiones. La noche es joven, y Guille parece querer comerse el mundo en lo que queda de ella»

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Escrito por

Nacido en el Madrid de 1998. Amante del cine, los libros y su ciudad. Nada como la buena música, la elegancia y vivir la vida siempre siendo uno mismo. Instagram: drigopaniagua. YouTube: Rodrigo Paniagua

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