La limusina nos dejó frente a la alfombra roja. Todo era realmente glamuroso. Los paparazis volvieron a toparse conmigo, pero esta vez, estaba preparado.
Justo antes de llegar al photocall, Felipe y yo nos encontramos a la entrada con Claudia y Daniela. Claudia iba guapísima con su vestido largo y ceñido rojo de Carolina Herrera, pero Daniela… Oh, Daniela. Iba con un vestido suelto corto blanco que le hacía parecer un ángel. Mi ángel. Nos dimos dos besos, y me costó retenerme y quedarme ahí. Cada vez me gustaba más.
Sin querer darme cuenta, los dos estábamos mirándonos a los ojos intensamente, sin apenas parpadear. Al cabo de un tiempo, Felipe carraspeó y Daniela empezó a reírse.
-Acabo de caer en que es tu primera vez.
-¿Perdón?
-Ya sabes, que nunca has estado en un photocall, y mucho menos como este.
-Ah, bueno, si pasamos todos.
-De eso nada, monada –me guiñó el ojo Claudia-. La primera vez debes estar solo. Además, lo tienes más fácil que como lo tuvimos el resto. A ti ya se te conoce más o menos por la Cuore, chochito de Alexis.
Todos empezaron a reírse, y Felipe imitó a una gallina para picarme. Desgraciadamente me picó.
Con un par de… narices, comencé a andar hacia el photocall, donde un cartel dorado con el logo de la fiesta en blanco hacía de fondo para los fotógrafos, y al acabar de posar David Delfín para las cámaras, me tocó dar a mí la nota.
Comenzó a sonar When A Fire Starts To Burn en mi cabeza, y eso me hizo tranquilizarme a la hora de “posar” frente a los objetivos. No voy a mentir, al llegar al centro de la alfombra y ver a toda esa gente sacándome cincuenta mil fotos, me acojoné un poco. Tenía miedo de salir parpadeando en alguna de las fotos, de que se me viera alguna mancha indeseable en el traje o que directamente criticasen mi traje en las revistas de moda masculina. Dios, toda esta inseguridad no la tenía en Vallecas; allí nadie intentaba ser mejor que nadie, nadie intentaba aplastarte. Pero aquí, aquí eras carne de cañón. Y a una parte de mí le gustaba.
Me metí las manos en sendos bolsillos de los pantalones y comencé a sonreír pícaramente a los fotógrafos. No me lo pude creer cuando comencé a escuchar «¡Aquí, Diego!», «¡Diego, por favor, saluda a la cámara!», «¡Diego, Diego!»… ¿Es que acaso ahora me conocían todos? ¿Es que ahora ya no era un “no” famoso?
Me giré durante un segundo a mis amigos y ellos se reían. Me miraban orgullosos, incluso Dani me aplaudía desde el otro lado de la sala. Felipe me enseñó el dedo gordo en modo de aprobación, y de pronto, mi nombre comenzó a sonar más y más alto entre los fotógrafos.
De pronto divisé a una periodista que por poco se iba a caer sobre la alfombra de lo estirado que tenía el brazo. Me acerqué, sería la primera persona que me iba a entrevistar.
-Hola –dije tímido ante la cámara de la tele.
-Diego, ¿es tu primera Prix de la moda aquí en Madrid?
-Es mi primer todo, en realidad.
La entrevistadora se rio y los paparazis que tenía a los lados aprovecharon para macharme a fotos.
-¿Y no has venido con tu novia Alexis?
-¿Perdón?
-Alexis.
-Ah… No estamos saliendo, somos solo amigos. La verdad, no sé ni siquiera si va a venir.
-¿Cómo llevas esto de la fama? ¿Qué tal está tu tía Catalina?
-¿Mi tía Lina? ¿Cómo sabe que mi tía…?
-Eh, vamos –Felipe me agarró del brazo antes de que se me fuera la olla y soltase alguna gilipollez por la tele.
Todo aquello me desconcertó. Me lo estaba pasando bien. Bien no, genial. Mis nuevos amigos me apoyaban, iba vestido como un dandi rico y los fotógrafos me adoraban. Y de pronto, una estúpida periodista me conocía mejor que yo mismo, todo por salir una tarde con una actriz de éxito nacional.
Lo que antes era lujo, ahora eran arenas movedizas.
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