«The boys wanna be her, the girls wanna be her…»

Peaches comenzó a sonar por todo el área en el que me encontraba. Saludé a mis dos buenos amigos, y les pregunté qué hacían tan escondidos.

-No quería que los dorados nos vieran aquí. Seguramente Guille intentaría humillarme en público de manera que él quedase bien y yo fatal, como la última vez…

-¿Qué pasó? –Pablo no quiso responderme-. Bueno, es igual. No tienes por qué preocuparte de él, está desaparecido.

-¡¿Cómo?! –ni Débora, con ese vestido tan ceñido añil, ni Pablo, con esa pajarita morada tan cómica, se podían creer lo que oían.

-Habéis oído bien. Se marchó después de enterarse de… Una cosa. –No quería contarles lo del padre, a pesar de que fueran mis amigos, ese tema no tenía que ver con ellos, ni siquiera conmigo-. Por cierto, ¿dónde está Rico?

-No sé si recuerdas que mi hermano no tiene ni idea de lo nuestro. –Me recordó Débora.

-Cierto. ¿Y para qué venís? ¿Es que pensáis estar escapando de los focos durante todo el evento? Es casi imposible que no os pille.

-Porque queremos enterarnos de cotilleos que puedan destruir a los Golden boys, no vas a hacer tú todo el trabajo sucio. Además, a mi madre siempre la dan buenos pases por ser diseñadora y este año no ha podido venir. Así que me los dio a mí y me he traído a mi novia porque la quiero.

Débora se quedó tan callada como Pablo nada más decirlo. Y por eso mismo supe que acababa de presenciar la primera vez que P le decía a su novia que la quería.

-Oye, chicos, mejor me voy. No queremos que estos empiecen a buscarme y se topen con vosotros, ¿no?

Escapé de la incómoda situación como pude y me volví a la fiesta. Llevaba tanto tiempo sin ver a mis verdaderos amigos de Serrano, y cuando lo hago por fin, presencio un momento de lo más íntimo entre dos de ellos.

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