-¡Ay, por fin! –soltó Claudia cuando regresé-. Te estábamos buscando.
-Sí, sobre todo tú… -se atrevió a comentar Felipe mientras alcanzaba un pincho de queso de la mesa.
Nos habían sentado a la mitad de una de las larguísimas mesas de la sala. No teníamos a gente muy conocida a nuestro alrededor, o al menos que yo conociese. A pocos metros de nosotros me dijeron que estaba una tal Carmen Lomana, y al verla, me pareció ver al reflejo de tía Lina ahí presente.
Aún no habían servido mucha comida, pero tratándose de un evento sobre moda, no nos dejarían sin hambre, seguro. Nos ofrecieron champán y vino blanco, y me sorprendió bastante la facilidad con la que mis compañeros aceptaron la copa. Yo temblaba por si algún camarero cabrón me pedía el DNI…
-Oye, por cierto –dije al darme cuenta-, ¿dónde están Izan y Emma?
-Izan –me contestó, cómo no, Claudia- dijo que con todo lo de Guille, estaba un poco cansado. Y respecto a Emma… Se encontraría indispuesta, o algo así.
-Ajá…
Durante la comida, me preguntaba qué tal estarían ahora Pablo y Débora al otro lado de la fiesta. ¿Habrían solucionado ya ese momentazo de hace unos minutos? Y por otro lado, seguía preguntándome de dónde sacaban toda esa información los periodistas. Ah, y ¿DÓNDE COÑO SE HABÍA METIDO GUILLE ALCÁZAR? Por suerte, la voz de Daniela me distrajo un rato.
-Se te ve extraño –me dijo con dulzura. La tenía enfrente-. ¿Estás bien?
-Sí, supongo que como es mi primera vez aquí, estoy algo nervioso.
-¿Pero es que acaso no te emocionan estas cosas?
-Por supuesto, es genial sentirse tan vosotros y tan poco yo… -todos se rieron un poco, pero Daniela la que más-. Pero ya sabes.
-Dicen que las primeras veces son siempre las más complicadas, en las que más nervioso estás. Al menos tu primera vez aquí es conmigo.
Me sonrió de tal manera que por poco me subo a la mesa para besarla. Decidí seguirla el juego, aunque seguramente, alguien nos estuviera escuchando.
-Eso me gusta.
Nos quedamos mirándonos como tontos durante unos cuantos minutos que parecieron segundos, y al toser Felipe, que estaba a mi lado, desconectamos por completo.
-Aunque al fin y al cabo –confesó Felipe-, no olvidéis que esto es una cena de esnobs más.
No sabía por qué, pero algo me decía que a Felipe no le hacía mucha gracia que me hablase con la novia de su mejor amigo.
La cena fue yendo de maravilla. Todos allí eran muy educados, y aunque no me pueda creer lo que vaya a decir, fue más divertido y entretenido que un botellón. Al cabo de un buen rato de conversación con los invitados que teníamos a los lados, decidí preguntarle algo a Felipe que me llevaba aguantando varios días.
-Felipe –él me saludó con la mirada, acababa de beber un trago de vino blanco de su copa-. ¿Qué tal vas con Alexis?
-Genial. Aunque en realidad, no quiero hablar de eso ahora.
-Vale, ¿qué pasa?
Sabía que las cosas no irían bien después de lo que me advirtió Guille pero, ¿qué iba yo a saber? Aunque después me di cuenta de que si F no quería hablar de eso, es porque en realidad quería hablar de otra cosa.
-Nada. Pero he visto cómo la miras, Diego. –Se acercó más a mí para que nadie más lo oyera-. A Daniela.
Se me paró el corazón durante un segundo. Dios, qué vergüenza. ¿Cómo podía haberse fijado? Para ser un porrero, iba para detective.
-¿Qué? –me hice el tonto, claramente.
-Es de Guille, olvídala.
-No sé de qué me hablas.
-Tío, me paso la vida fumado pero no soy gilipollas. He visto cómo la miras, y ya puedes irte olvidando de ella. No es para ti.
Estallé.
-Pues… -Me levanté de la mesa para que nadie nos oyera y nos fuimos los dos a dar un paseo por el pasillo hacia la entrada-. Debería serlo, o al menos no para Guille. Él no se la merece, se va liando con otras y yo soy tan idiota que me lo callo.
-¿Qué te callas qué?
Esa voz. No era la de Felipe. Y venía de detrás de mí, de la entrada a la sala. Era una voz segura y masculina. Una voz sensual pero severa. Fui girando la cabeza poco a poco, sobre todo después de ver el rostro pálido de F. El corazón ahora sí que me iba a mil. Acabé de girarme, y ahí estaba, de cuerpo presente. Con el pelazo negro bien peinado, un Armani bien puesto y su corbata dorado con el nudo hecho a la perfección.
-Qué hay, chicos.
-Hola, Guille.
«OH, DIOS MÍO.
Por lo que parece, la cena de gala ya había empezado. Y sin embargo, el postre había llegado antes de tiempo»
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