Capítulo 10, Parte 5 – Persuasión a un atleta

Mientras los Plaza, Pablo y yo comentábamos aquello, el post de Instagram había ido recorriendo cada esquina de Serrano. De ahí que Guille se presentase sin avisar en la casa de su lacayo más fiel.

Izan abrió la puerta principal con desgana, pero al ver de quién se trataba, sacó pecho y se sonrojó. Guille entró sin pedir permiso.

—¿Ocurre algo, G?

Los dos se dirigieron a su habitación. El salón estaba ocupado por su padre, que veía un partido repetido de fútbol en la tele con la ropa de los Toros ya puesta. Su madre seguía en su dormitorio cambiándose para ir bien vestida a la corrida. Izan llevaba una camisa rosa de Ralph Lauren y sus zapatos marrones favoritos. Le faltaba por ponerse el chaleco de Valecuatro.

La habitación de Izan no era ni la mitad de pequeña que la de Guille. Y además, los Calatayud tenían muy mal gusto. La pared de su cuarto estaba llena de camisetas firmadas por futbolistas, su mesa de estudio llena de deberes que aún tenía que hacer y el segundo cajón de su mesilla de noche estaba repleto de condones que aún no había usado con Claudia…

—Oye, ahora nos íbamos a las Ventas a ver una corrida —le propuso Izan—. ¿Te apuntas?

Guille resopló cansado.

—Ya sabes que no me gusta la tortura animal, me va más la humana. Y hazme caso cuando te digo que las mejores corridas nunca las verás en una plaza de toros.

G e I se sentaron sobre su cama.

—Bien. Supongo que has visto la foto que ha subido Victor.

—¿A Instagram? Sí, la del caballo, ¿no? El muy pesado se pasa la vida en el Club de Campo y le gusta restregarlo, ¿cuál es el problema?

—El problema, amigo mío, es que esa foto no ha ido con esa intención. Ha sido un aviso.

—No te sigo.

—En el pie de foto advertía a un tal arbolito. Ese arbolito es Olmedo.

—¿Y qué tiene que ver entonces con nosotros?

—Que van a por él, y por lo tanto, van a por uno de los nuestros.

—Guille, aún con la seguridad de que no estarás de acuerdo, Diego no es ni será un Golden boy de los de verdad. Jamás. No hay más que mirarle, es un piltrafa.

—Diego es capaz de todo y me lo ha demostrado ya más de una vez. Es un dorado hecho y derecho. Al igual que tú.

—Después de todos estos años juntos, ¿y ahora me comparas con el novato, como si hubiésemos llegado a la vez? —Izan estaba realmente dolido tras verse comparado conmigo.

—Sabes que a ti te tengo un cariño especial que no tengo con ningún otro del grupo —dijo pasando su brazo con los dos hombros de Izan—. Y por eso sé que puedo confiar en ti para que me ayudes a parar el atentado.

—No sé, Guille, no estoy convencido de querer ayudar a tu amiguito…

—Venga, ¿por qué a Diego no y a mí sí? Somos lo mismo, dorados.

—Ya, pero tú eres distinto.

—Soy el Supremo, pero eso no hace que los demás no se merezcan ser defendidos.

—No me refería a eso…

Entonces Guille agarró la cara de Izan entre sus manos. Al taurino futbolero le comenzó a ir el corazón a mil por hora.

—Eres muy fuerte. Y tienes mucho poder sobre Enrique VIII, nunca lo olvides. —El Supremo se acercó a su oído y le comenzó a hablar en susurro—. Yo confío muchísimo en ti.

Izan notó un cosquilleo en su pecho al mismo tiempo que su padre entraba en la habitación mientras se anudaba una corbata de cuadros. Izan se alejó de G de un respingo tras oír girarse el picaporte de la puerta.

—Izan, vete preparando, no querrás llegar tarde. —La voz del Señor Calatayud era ronca, debido a los ochocientos puros que se fumaba durante la semana. Era algo fofo y de no ser por su ropa de Brooks Brothers y su colonia de Terre D`Hermès, parecería el típico padre rudo y borracho de los anuncios contra el maltrato.

—Sí, padre, enseguida estoy en la puerta.

—¿Y qué hacéis los dos sentados sobre la cama? —-preguntó asqueado—. Ni que fuerais maricones.

—Por supuesto que no, Señor Calatayud —confesó Guille, levantándose de la cama—. Es más, yo ya me iba.

El Señor Calatayud se marchaba a la entrada en lo que Izan agarraba de la muñeca a Guille, antes de que se fuera.

—Lo haré, ¿vale? Pero sólo por ti.

—Muchas gracias, Izan. Tú sí que eres un buen amigo.

Guille regresó a su casa en lo que Izan se quedaba pensando sobre qué podría hacer para pararle los pies a los “casi Golden boys”. Aunque tras una visita personal del Supremo, siempre hay un montón de cosas en las que te quedas pensando.

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Escrito por

Nacido en el Madrid de 1998. Amante del cine, los libros y su ciudad. Nada como la buena música, la elegancia y vivir la vida siempre siendo uno mismo. Instagram: drigopaniagua. YouTube: Rodrigo Paniagua

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