Entre las tiendas de Laura Ashley y Divina Providencia, atravesé el portal que me llevaría a la casa de mi traumada amiga Emma. Al abrir la puerta su doncella, ella apareció por detrás. Al menos pude ser consciente de una mejorada López-León. Se había vuelto a arreglar como siempre, parecía haberse comprado un nuevo vestido que lucía con orgullo y, mientras sonaba Pon De Replay por toda la casa, ella se estaba zampando una caja entera de macarons de fresa.
—Hola.
—¡Diego, cielo! —me dio dos besos tan contenta—. Pasa.
—Se te ve de mejor humor —solté mientras su doncella nos cerraba la puerta. Emma me acompañó hasta el salón. La casa era completamente blanca y de mármol, de un estilo rococó. Nos sentamos sobre un sofá de tela fina.
—Ya. He estado pensando en algunas venganzas que podrían resultar eficaces.
—¿Ah, sí? —me acomodé en el sofá—. Deléitame.
—¿Qué te parece mandar un mensaje al camello de Felipe para quedar en un sitio, y luego a Claudia también y a la misma hora, y llamar a la poli y que los pillen con las manos en la masa?
—Mmm… Bueno, fallaría lo del registro de llamadas y mensajes.
Emma chascó la lengua. Continuó con su segundo plan.
—Podemos ir hasta el Manzanares, pedirle que vaya con tacones altos, acercarnos al borde y tirarla al río.
—El Manzanares ahora no es que tenga mucha agua.
—Por eso… —comentó malévolamente.
—¡Alto! —Me estaba asustando—. Que ella te ha hecho perder un vestido, no la vida.
—¡Jopetas, qué difícil!
Miró su caja medio vacía de macarons y sonrió.
—¿Y si la regalo una caja de dulces y les meto algún tipo de veneno exótico indetectable en un análisis? Luego me cuelo en la morgue, busco su cadáver y tallo sobre su pecho la palabra “PUTA” para que se quede así el resto de su vida…
—Recuérdame que nunca te rompa algo de marca.
—Pfff… Tienes razón. No saldrá nada bien.
—Oye, la culpa es mía —le cogió de la mano—. No debí de instarte a vengarte. El karma ya se encargará de ella, ¿de acuerdo?
—Nada malo le ocurrirá a alguien como Claudia. Guapa, sexy, rica… y mala. Tiene todo lo que buscan los tíos.
Lo que había estado motivando a Emma se desvaneció y volvió a echarse a llorar como la última vez que la vi. Apoyó su cabeza en mi regazo. Incluso se le corrió un poco el rímel.
—Venga, no te pongas así. Tú también eres todas esas cosas. Bueno, quizá mala no, pero de eso deberías sentirte orgullosa.
Emma se volvió a recolocar en el sofá y me miró con cara de cachorrillo.
—¿Crees que soy guapa?
—Sí, además…
Mis labios fueron tapados por los suyos. ¿Me estaba besando? Me aparté de ella y me levanté del sofá.
—Emma, no te lo tomes a mal, pero no eres mi tipo. Somos muy buenos amigos, ¿para qué estropearlo?
—No soy tu tipo… —agachó la cabeza.
—Lo siento.
Emma se levantó del sofá y me dio un abrazo. Seguidamente, me acompañó a la salida. Su doncella me abrió la puerta.
—Daniela es una chica con suerte… —me comentó mientras esperaba a que llegase el ascensor. Puse los ojos como platos.
—¿Desde cuándo…?
—Desde mucho antes de que tú lo supieras. No siempre soy tonta.
El ascensor llegó y yo me despedí.
—Emma… No se lo digas.
—Descuida. —Me sonrió—. Y que sepas que a ella también le pareces mono.
La puerta del ascensor se cerró al unísono que la suya.
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