Viernes. Comencé el día hablando un rato por teléfono con mis padres. Me dijeron que todo iba bien, cosa que no me llegué a creer del todo; y luego les hablé de cómo me iban los estudios. Realmente me iba muy bien, pero no les hablé de nada más. Para qué asustarles. Ellos no sabían cómo iba la vida en el infierno dorado, con que asustarles no les daría más que problemas.
Al colgar, me quedé un buen rato mirando a la nada. Tumbado bocarriba en mi habitación, aburrido pero pensativo. Seguía con Daniela en mis pensamientos. Algo iba muy bien entre los dos, pero el gran G estaría siempre en medio, jamás podría pasar nada. Y lo peor de todo es que ya lo sabía casi todo el mundo, ¿tanto se notaba lo mucho que la deseaba?
Me fui a desayunar y recibí un mensaje en el móvil. No un WhatsApp, un mensaje. Un SMS de esos que ya casi nadie usaba. Lo abrí, era de Guille:
«PIZZA EMPORIO A LAS 7. NO MAS PREGUNTAS»
Contesté que vale al instante. A Guille no le gustaba esperar una respuesta. Sería mejor que me fuera preparando lo antes posible, en la élite para salir, había que estar perfecto. Me puse un jersey de Ralph Lauren, unos mocasines muy cómodos con borlas de mi difunto tío y salí más pintoresco que nunca a la calle.
En pocos minutos descubriría que ir tan arreglado había sido una mala idea…
2 comentarios sobre “Capítulo 10, Parte 7 – Mensajes imperativos”